Una tarde del verano de 1960 regresaba con mi rebaño desde la “Loma de los Chiqueros” a Salpo. Las nubes negras venían del Este amenazante. Traté de apurar los pasos. Tome el camino de La Loma de las Torres hacia la quebrada Siempre Viva.
Repentinamente se declaró una lluvia torrencial y las quebradas se volvieron estruendosas. La quebrada Siempre Viva se convirtió en río que arrancaba las plantas de su borde. No pude pasar. Completamente mojado. Mi ropa era pura agua. Me olvidé de las ovejas e inicié casi a rastras mi ascenso a la casita de la Loma de las Minas, la que el abuelo José la construyó como sitio de emergencia contra todo evento.
Dejé el poncho bajo una cuevita de zorro para disminuir mi carga. La lluvia arreciaba. Me sentí frágil ante la tormenta. No estaba seguro de llegar, por la ladera bajaba agua barrosa. El abuelo José me había repetido tantas veces que la naturaleza era impredecible y en cualquier situación anormal uno aprende.
El tiempo parecía avanzar muy lentamente. Pero al fin llegué a la casita. Abrí la puerta. Mi tía Genara y mi prima Cristina estaban junto al fogón. Me cambiaron de ropa y me dieron un caldo de papa seca con huevo.
En la casita me sentí haber sobrevivido a los riegos del tiempo, pero el ruido de la lluvia y los truenos era ensordecedor. Cuando amenguó la lluvia escuche los balados de las ovejas. Ellas también sabían cómo salvarse.
Antes de la caída de la noche llegó el abuelo José. Me acarició los cabellos.
- Veo que tomaste en cuenta mis indicaciones, hijo – me dijo sonriendo. Por donde vayas tenemos casitas de emergencia, siempre en las lomas – nunca en las quebradas – añadió.
MUCHAS GRACIAS , Doctor MODESTO MONTOYA, saludos JC ________________________________
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Mi abuelo Pedro Calvo, decía de las lluvias salpinas, son más copiosas, abundantes y frescas, porque Salpo, tierra de mineros de oro y Plata, está más cerca de Dios……
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