Alvaro Montoya no tuvo la oportunidad de ir a la escuela; pero me enseño a leer y escribir.
Me sorprendí cuando descubrí que en el taller de instrumentos de cuerdas, que dejó en Salpo cuando partió a Chimbote, habían obras literarias, entre las que estaba Don Quijote de la Mancha.
Manifestaba su incomodidad cuando descubría que en el colegio no me enseñaban el Español, como te hubiera gustado.
Me haces mucha falta, inolvidable «Alvarito» como te decían todos.