La impunidad de la corrupción puede haber llegado a su fin. Gracias a la física se ha logrado construir plataformas de grabación que interceptan las comunicaciones entre los implicados en actos de delincuencia, o que graban actividades fuera de la ley.
Las grabaciones hecho públicas por las redes sociales (también productos de la física) hacen poco probable que los jueces declaren falsas inocencias, contrario a lo que ocurría desde hace 200 años.
Todos tienen ahora acceso a un teléfono móvil que convierte en un arma tecnológica contra la corrupción o la delincuencia en general. Desde el acoso hasta temas más complejos pueden ser ahora digitalmente documentados.
Hemos escuchado o visto muchas cosas que antes no dejaban rastro: un congresista enviando mensajes no deseados, un político abandonando un departamento en llamas, y tratos ilegales relacionados con la corrupción, entre otros.
La ciencia y la tecnología dan para más. El gran problema es que no se usan para algo elemental, que puede cambiar el rumbo a una nación que se está hundiendo en un mar de delincuencia e inseguridad: educación en ciencia y tecnología.