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Los economistas son contundentes al señalar que, ante la realidad de un bajo nivel de educación, el crecimiento del Perú depende de la exportación de materias primas.
Para cambiar la tendencia actual, se necesita levantar un sistema educativo acorde con las necesidades de competitividad tecnológica internacional. Sin embargo, los temas educativos que se debaten en los círculos de poder están amarrados al pasado, impensables en los países modernos.
La mayoría de los intelectuales que analizan la educación peruana piensa solo en educar para aprender leer, para comprender a nuestros célebres literatos. En las ferias de libros se nota claramente en qué piensa la gente culta peruana.
Los medios de comunicación son adictos al escándalo, abundan en la información dedicada a temas político-controversiales, a la corrupción y a la violencia delincuencial en desmedro de lo importante.
La mayoría de la población ha sido inducida a la adicción a programas fáciles, que parecen reemplazar a las películas policiales, las que después de verlas no queda otra cosa que la desesperanza.
Falta impulsar una educación para forma generaciones con pensamiento crítico (para no caer en fanatismo de ningún tipo), creativo (para resolver problemas seculares), innovador (para mejorar empresas e instituciones) e inventor, para tener un país que exporte conocimiento. El Estado no parece convencido que vale la pena tomar este reto. Los intereses creados por la repartición de la torta presupuestal no están dispuestos a cambiar las prioridades actuales, alejadas de la educación (la más reducida de América Latina). Menos lo está un sector privado, el que, en lugar de competir internacionalmente, busca cómo sacar el mayor provecho de los recursos estatales.
Los partidos políticos han acabado con la poca confianza que le tenía la población politizada. Para salvar la minimizada credibilidad lanzan la promesa de renovarse.
Ante ese panorama, surge entonces la necesidad de crear nuevos partidos, con militantes que no basen su militancia en la promesa de un empleo y que, más bien, piensen en un país dirigido por los más capaces, con credenciales relacionadas por sus actividades por el Perú antes de ser políticos remunerados.