Los problemas del Perú se resolverán en el mediano, sólo si desde ahora se emprenden políticas adecuadas en educación, salud, ciencia y tecnología. Los gobiernos no han prestado real interés en estos sectores.
En el corto plazo, los ciudadanos juzgan sobre acciones y posiciones urgentes y que denoten coherencia y constancia.
La popularidad del presidente Martín Vizcarra aumentó significativamente cuando tomó la bandera contra la corrupción y contra el dispendio de los limitados recursos nacionales.
Sin embargo, desde la cima de su popularidad, cayó en incoherencias al poner en duda la validez de los acuerdos para que el Perú sepa la verdad.
Peor aún, se dejó vencer por la tentación siempre presente de viajes al extranjero a toda pompa en ambientes monárquicos que nos traen recuerdos del pasado.
El mundo nos ve tal cual estamos. Uno de los países con mayor inseguridad y que tiene una de las capitales más contaminadas del mundo.
La raíz común de estos males está en lo que también nos informan desde fuera: el Estado peruano es uno de los que menos invierten en educación en ciencia y en tecnología. Si se mantiene esta política no habrá empleos dignos y medianamente remunerados. El desempleo aumentará y en consecuencia más jóvenes buscarán otras formas de conseguir recursos para la subsistencias de sus familias. El gobierno invertirá más en policías, jueces, fiscales y penitenciarios, lo que disminuirá los recursos en los sectores al inicio mencionados.
Así, la espiral irá intensificándose como lo que pasa en la fusión de agujeros negros. Esa espiral se observa desde las últimas cuatro décadas y sólo podría terminar en el mediano plazo, siempre y cuando se tenga un gobierno que piense en el futuro del país.