La fe y la ciencia van por cuerdas separadas, las que vibran con frecuencias diferentes. Los niños son científicos

El abuelo José Zavaleta, solía decir que los científicos son los hijos preferidos de Dios porque ellos se interesan en comprender su obra.

Él me enseñó a observar las flores, los ciclos de la luna, comprender la lluvia, las estaciones, las estrellas fugaces, las arañas, las culebras, la siembra de la papa, oca, mashua, tocar la quena, y tantas otras cosas. Yo lo escuchaba con tanto interés que me tomo cariño.

El cura, llegado de España, no se interesaba en la naturaleza verde de Cuydista, la capital de la civilización cuye. Al contrario, difundía la idea de que los «gentiles», nuestros antepasados, investigadores de naturaleza  que los rodeaba, eran no civilizados, entendiendo por tal que los españoles trajeron «la civilización».

El abuelo José no le tenía admiración, pero cuando pasaba frente a la iglesia, en la «plaza de armas» se quitaba el sombrero. Sus amigos le preguntaron una vez. Si no tienes simpatía por el cura, por qué te sacas el sombrero. A lo que él respondió:

Yo trato de enseñar lo que me enseñó mi abuelo y raros son los que me escuchan; en cambio los domingos el cura logra llenar su iglesia con tanta gente para hablarles en latín aunque nadie lo comprenda: ¡mis respetos!

Vi morir a mi abuelo. Ocurrió cuando terminé mi primaria y tenía que partir a Chimbote, con mis padres. Estuve a su lado. Murió con fiebre, balbuceando «no quiero ver al cura ni al notario».

Soy testigo: los curas viven muy bien y los notarios cobran por certificar compras de terrenos casi por el mismo precio que el valor de los mismos: «me saco el sombrero»

Todos los 1eros de mayo, vamos a Salpo, en la Caminata por la Ciencia, para tratar de comprender la naturaleza. Te invito a acompañarnos.