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Innumerables son las propuestas sobre los procesos de enseñanza y aprendizaje en la escuela. Estas van desde hacer los niños sean felices en las aulas hasta las que prohíben las tareas en casa. En el Perú, la insuficiencia de infraestructura física ha sumergido al Ministerio de Educación en un mar de problemas que no le permite abordar los temas relacionados con la metodología educacional.
En la experiencia de 25 años del Centro de Preparación para la Ciencia y Tecnología (Ceprecyt), institución que se dedica a la enseñanza de las ciencias para niños entre 7 y 12 años, hemos tenido algunas observaciones empíricas.
Las actividades que los niños realizan con sus padres influyen en la dirección de su curiosidad e interés. El tiempo que pasan los padres frente a la televisión y el tipo de programas que les interesa generan el mismo interés en sus hijos. Lo que consumen los padres será lo que le guste a los hijos. Los esfuerzos que se harán más tarde para cambiar los hábitos que los padres forjaron en los hijos no tendrán resultados.
Este proceso de formación de hábitos, como de valores estéticos y morales, se reproducirá de generación en generación. Algunos padres toman conciencia del problema y hacen lo necesario para no reproducir lo que traen en la mochila generacional.
Algunas familias tienen interés por la ciencia. Sus hijos, que se interesan en los experimentos científicos generalmente son discriminados en algunas escuelas. Cuando llegan al Ceprecyt, estos niños se sienten comprendidos y valorados. Realizan experimentos que intensifican su interés por la ciencia.
También llegan niños de familias con tradición literaria o de humanidades. Desde el inicio manifiestan su inclinación por lo que vivieron en casa. En algunos casos, el gusto por la lectura y por aprender cosas nuevas los lleva a interesarse en las ciencias, rompiendo la tradición familiar.
En el Ceprecyt, los niños captan el placer en la realización de experimentos; se sienten felices en la experiencia sabatina, como si fuera parte del esparcimiento. Los profesores transmiten su gusto por la experimentación y los niños sienten estar en lugar de alegría.
No se dan tareas para la casa, ni se califica el rendimiento. Los niños viven una experiencia placentera en compañía de otros como ellos, que les gusta la ciencia.
Los 25 años de experiencia del Ceprecyt han rendido frutos. Entre los niños que pasaron por sus ambientes de experimentación hay varios que hoy se encuentran en laboratorios de países desarrollados plenamente satisfechos de sus carreras de científicos.
No todos los alumnos del Ceprecyt llegan a ser científicos; pero todos ven la vida de una manera especial, buscando conocer mejor la naturaleza para enfrentar los retos que presenta la modernidad y sus consecuencias.
En general, los ex alumnos del Ceprecyt suelen agradecer por las inolvidables experiencias que vivieron en ese semillero científico que nació hace 25 años.